Invoco una habitación
con olor
a sangre seca
sangre mía, digo,
y el que fue mi pelo largo
no llegaba a tapar
ni mi anorexia
ni mi depresión.
Invocar esa habitación
de aires podridos
para desvestirme
con la seguridad de que
ya no quiero ser esa.
Vendarle los brazos y los muslos
a la que fui,
cortarle el pelo
cambiarle la almohada
escribirle un poema.
No, no termina así.
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